Él teme no matarla y ella no teme morir
Para citar este artículo:
Sepúlveda Velásquez, Juliana (Abril de 2016). Él teme no matarla y ella no teme morir. Web universo arke. blog-topos, Reflexiones. Recuperado de: https://www.universoarke.com/blog-topos/reflexiones/el-teme-no-matarla-y-ella-no-teme-morir. Diciembre 21, 2024 - 06:36Ella entra temerosa al consultorio, como si llegase al día de su juicio, su ropa ajustada hace evidente sus atractivos que resaltan en el día gris de aquel martes en la mañana, donde la lluvia era incesante. EL rostro cansado de la noche anterior, no podía esconder el deseo de caer en un sueño profundo. En sus manos, llevaba un papel arrugado y casi olvidado entre la ropa de su closet, el cual sería su carta de presentación.
La curiosidad movilizaba las manos, que paso a paso desarrugaban aquellos renglones, el encabezado del documento estaba en mayúscula sostenida decía “Medicina Legal”, posteriormente los datos de identificación, fecha y hora de la valoración pasaron a un segundo plano, cuando un conjunto de letras claramente exponían con tono de auxilio “riesgo para nuevas agresiones”.
La mire a la cara procurando aparentar comprensión, aunque en el fondo un sinnúmero de cuestionamientos me invadían, mientras buscaba signos en su cuerpo que corroboraran las agresiones. Ella observaba fijamente el piso, el silencio de la mujer atormentaba el ambiente y configuraba un instante de desconfianza e incredulidad en el primer encuentro. Decidí llamarla por su nombre para atraer la mirada, al tiempo me preguntaba ¿cómo hacer que la angustia se vuelva el motor para que ella centre la atención en sí misma y hable de la historia que conserva en silencio?, Poco a poco emergieron las preguntas que la animaban a conversar sobre sus sentimientos y en cada una de las palabras era evidente la tristeza y la angustia al recordar el último encuentro con su pareja donde más había sido maltratada ¡ella nunca entendió por qué lo hacía, pero esta vez no solo hirió su cuerpo, sino que también humillo su alma¡ al punto de movilizarla a buscarse…a buscarme. A acceder a contar su historia que tanto había evitado enfrentar.
En ese instante comprendí que su energía se había detenido, se había petrificado su comprensión de la vida, y necesitaba un nuevo impulso que la llevara a comprender su historia, a darle un nuevo significado, a dejar de contemplarla y descubrir como empezaría a ser parte de ella misma.
¿Por dónde empiezo? Preguntó… se podía notar como su historia se había configurado en el silencio, en la quietud, en no preguntarse, contenía dudas y angustia de no saber si era justo lo que le había sucedido… no era claro porque la había agredido…lo único que repetía una y otra vez era el momento cuando su ropa había sido rasgada…cortada….dañada…había quedado nuevamente su cuerpo en evidencia ante la furia de su hombre…del cual ni su nombre era digno de pronunciar…soportar había llegado a su culmen y una demanda parecía ser su primera salida.. Sin embargo con el tiempo se percataría que lo que buscaba era escucharse y narrarse en su propia angustia.
Mujer como tantas e igual como ninguna, a los 42 años de edad, siento que he caminado lo suficiente para afirmar que mucho sé de la vida, pero poco entiendo de los dolores que me ha dado, desde que era solo una niña me percate que provenía de un lugar donde muchos habitamos y pocos nos conocemos, un lugar donde el miedo se convierte en un fantasma, el dolor solo puede ser acallado en la memoria, un lugar donde la vida pasa rápidamente ante los ojos y cuando despiertas ha desaparecido el deseo de seguir viviendo, es un lugar donde la supervivencia se escapa de la vergüenza, del temor y la locura, y aún hoy allí me encuentro, estoy con mi…… amante…esposo….hombre…..incluso mi “ser” del que no quiero depender, el que tantas veces he deseado olvidar, ese ser que se ha convertido en mi propia vida y mi razón de existencia. Como poder olvidar la luz de mi vida que castiga mi cuerpo?, como poder olvidar a quien me permite respirar? Como soltar las cadenas a aquel que me ata a la vida?, como hacerlo, si al fin y al cabo lo amo.
Retoma con fuerza su aliento y continúa contando el opaco amanecer de sus vivencias. Es su casa un lúgubre y pequeño escondite de amargos recuerdos deseosos de ser olvidados, el sin fin de los atropellos, campo de batalla para muchos, y cálido lugar para ella apaciguar el ruido de la calle, frenar el frio de la noche y alimentar la necesidad vaga del aullido estomacal que deja la resaca de un trago, otro trago y perder la cuenta de la botella consumida noche tras noche en aquel lugar que ella dignamente le llama el lugar de trabajo.
En el pequeño cuarto de insatisfacciones amorosas, que termina en desengaño del amor, se encuentra cada noche con el ser de sus contenciones, con aquel hombre que hace vibrar sus miedos, cada encuentro trae la duda como será esta vez, hay una angustia premeditada al dolor, a la pelea y al rencor de los reclamos que no permiten escuchar al otro, solo limitarlo a contradecir cada una de las palabras.
Cada cosa pareciera estar en su lugar, tratando de limpiar el desastre, el polvo que se cuela por las ventanas pequeñas que se comunican con los vecinos entrometidos, que se la pasan observando y escuchando con detenimiento que sucede en cada uno de los lugares. Ropa atascada en los límites del tiempo, acumulada, abandonada y olvidada…igual que ese bombillo en la cocina…que no se ha puesto….que no alumbra….y cada día le suplico me lo ponga…pero cada día hay algo más importante que arreglar…si tan solo no tuviese que pedirlo….si pudiese percatarse de mí, en ese lugar de los dos donde pareciera que solo existe uno..
Yo soy una mujer distinguida de la vida, de la vida de lo desconocido, sin más, una mujer invisible, opacada por la sombra del amor incierto de ese hombre, el reflejo de mis ojos no se logra ver en un espejo, soy imperceptible a sus miradas, a sus palabras y ni el más profundo arrepentimiento logra tocar mi cuerpo que se esconde tenuemente bajo la armadura de mis sentimientos. Soy invisible, a mi propio entendimiento, me arraigo profundamente al sin sabor de perderme, a no verme ni reconocerme en este mundo de tantos tropiezos, que me ha abandonado a mi propia suerte desde un tiempo atrás, donde soñaba que el amor me encontraría y me vería en el camino. Estoy aquí esperando a que su mirada se encuentre con la mía y desfallezca el muro sin escalas que se ha construido en el medio de mi deseo de sentirlo, aunque por dentro se congelo la sangre, el calor y el alma, que yace suspendida en el espacio, en el universo, en el más allá de mis anhelos, de mis deseos y mis sueños.
Hace tiempo se apagó el sabor a amar, a sentir y poco sé yo del querer.
Día a día preparo el desayuno a lo que mis posibilidades me permiten, y allí pongo en la mesa un poco de ese pasajero sentir de familia,, de hogar,,, de cuidado y esperanza…. Cuando cambiara? Me pregunto…. Cuando me iré?... y se me anuda el alma y se enreda en los anhelos lejanos de la fantasía y el juego del amor sin medidas.
Así es como todos los días mi momento de ama de casa es efímero como el amor que se siente. Rápidamente salgo de mi casa a eso de las dos de la tarde, nada me detiene para huir… me coloco mi mejor vestido, maquillo suavemente las arrugas de mi rostro… y camino fugazmente…aunque jadeante mi respiro... Por tanto trago dicen los que saben… pero para mí es natural cuando de correr de los temores se trata…. Bajo las escaleras de dos en dos, para acortar la distancia…
Fácilmente me introduzco en la vía…me pierdo entre la multitud de almas que divagan en los andenes, como si no hubiese un rumbo para encontrar el camino. Muchos temen caminar por las aceras de mi destino, sin embargo es un recorrido familiar para mí, el escuchar el bullicio, ver el moho de los andenes olvidados, que han escuchado tantas historias de tragos y desmesuras, donde las guapas se soportan en sus prominentes alturas y sus pequeños escondites del frio. A mitad de camino me encuentro con el olor a muerte de las frutas que han rodado por la vía y se han atascado en la rejilla del antejardín de su negocio, de ese hombre que me recuerda fugazmente a mi marido,,, por los gritos que hielan el palpitar de mis sentidos,, escucho como la regaña, como la odia en cada una de sus palabras y me miro en el vidrio de sus ventanas y comprendo que podría ser mi propia casa.
Caminando incita las miradas intrigantes y recelosas de los transeúntes comunes… aunque su pretensión es pasar desapercibida a toda prisa, sin dejar pisadas en el pavimento, los ojos se detienen, las miradas acorralan su andar, y el sofocamiento de lo impredecible soporta el abandono burlesco de la duda, el morbo y el deseo que aun despierta en su pequeña falda, que no cubre del frio, el mugre o el atrevimiento y tocamiento sutil de las promesas. El olor del miedo desaparece, y como fieras en la acera cada uno camina a un rumbo fijo, con gritos fuertes y contundentes la venta de frutas, las pisadas del caballo y el estiércol que deja a su paso, incitan a la conmoción de la acción e invitan a vivir clandestinamente en un mundo de intercambio, donde el dinero cobra valor a cambio de un objeto, un cuerpo, una fruta, algo que pertenecía a otro y lo ha perdido.
Llego temprano, más de lo debido al lugar que he destinado para el trabajo; para mí ganancia y el olvido, tengo poco interés de salir rápido del sitio, allí siento que el tiempo se detiene y el parpadeo de mis ojos es lento, su movimiento es al compás de la música vieja, de despecho, traición y desamor; escrita para mis oídos, con conocimiento de cada una de las fibras de mi vida. Cojo la escoba y entre un giro y otro me devuelvo a los años del enamoramiento, me imagino que es él.. Mi cobarde compañía, y aprieto contra mi pecho, como lo amo…cuanto lo deseo…cuanto espero un abrazo…y de repente un instinto me frena los brazos, deseo quebrarlo, romperlo tirarlo al piso y acorralarlo a sus miedos. Siento como mi sangre se paraliza, entonces ahí entra el primer trago del día, un aguardiente a mis penas, el elixir del olvido….empieza la fiesta, un trapo por la barra de los sollozos y las penas vira de un lado a otro limpiando las lágrimas de la noche anterior, la saliva oprimida de la contradicción entre el amor más fuerte y el deseo de venganza. Va pasando el tiempo y con la caída de la tarde uno a uno llegan sujetos al encuentro, casi todos los conozco, son mis “amigos”, aunque otros a veces son extranjeros en el recinto, vienen de turistas a una noche de compañía, pero todos sin reparo están dispuestos a poner el monto requerido para recibirme en su mesa, con la excusa de un solo trago, accedo dispuesta a olvidar mis penas, y con el pasar de los instantes van quedando en una o más botellas que marean mis pensamientos y desdibujan mis lamentos. Así es como el ardor del sentimiento se apodera del recinto, las mesas se unen, la soledad de las muñecas se viste de juego, y la música vil del desamor apaga una a una las sonrisas.
Estoy aquí recordando mi historia, aprendiendo a sobrevivir al frio de mi alma, incomparable con el frio que recorre mis piernas al ponerme mi falda aunque llueva, truene o caliente el sol, que hace tiempo se apagó en mi corazón, desde que añoro que mi padre, ese hombre tierno, amable e interminable en sus afectos, regrese de la muerte de lo olvidado, lo invisible lo que se va borrando, me estremece su recuerdo, el amor más puro que hacia latir mi corazón cuando venía a mi encuentro, y jugaba a enmascarar la indiferencia y el castigo inminente de mi madre, por mis malos comportamientos.
Así he sido perseguida y acosada por mis pecados, cuales me pregunto?, y en silencio me quedo pensando que no son míos, son de él, son de ella, son de mi madre y mis hijas, y míos por seguir aquí recibiendo el castigo, que ya se ve en mi piel, tarjada de las manos, las tijeras, los cuchillos, el machete y lo más doloroso el grito y la indiferencia.
Mis escotes muestran mi pecho poco erguido, pues a mi edad, a mis tantos tantos años, el pecho me ilustra el trabajo,. Yo allí en esa música y con la tenue luz que acompaña mi sonrisa fingida, ante esos hombres que susurran a mis espaldas lo deseosos que están de que sea suya, y entre gritos de pasión y lujuria me siento navegando en el exilio, instantes de sangre fría que el alcohol calienta con el ardor del trago amargo de sentir tristeza y olvido. Allí con pacho, aquel hombre que a veces pareciera ser mi padre, otras mi jefe pero sobretodo pareciera ser mi amigo, este hombre que algún día me tendió la mano cuando a mi edad el trabajo aún no era permitido, pero la necesidad no me daba tregua al llanto del bebé que en ocasiones desearía que se acallara en mi memoria.
Con él me someto nuevamente al deseo impropio de la economía y el sostenimiento de la muchedumbre que corre de sus miedos y allí, encadena sus más íntimos sentimientos. Junto a Pacho he aprendido que la familia, está afuera, donde conocen lo más oscuro de uno mismo, donde lo han visto llorar, reír, vender su alma por un trago…así conocí que era posible sentir que pertenecía, aunque fuera aun lugar donde lo que sobresalía era mi capacidad para soportar las miradas inquietantes de los hombres de la noche, que buscan compañía para saldar sus deudas que el desamor ha dejado a su paso y la confusión del alcohol les permite imaginar instantes de poder y control.
A mi corta edad aprendí el canje del alimento, el cual no se obtiene de tu madre, sino que debes ganarlo en el trasegar callejero. Jugando los dados del azar apostaba la energía del día a día, y mientras orgullosa llevaba el desayuno de mi triunfo, mi madre se escandalizaba y dejaba mi reputación por el piso. Inconcebible para su tergiversada imaginación era mi ganancia, y por el suelo de sus oscuros pensamientos, pasaba mi pulcritud femenina. Aun escucho sus palabras que atravesaban como témpanos de hielo mi corazón, anunciando que poco quedaba de mi ingenuidad y mi niñez. Así con los presagios de mi madre descubría como lentamente me convertí en objeto de deseo y desahogo de los instintos carnales más siniestros.
Un instante de duda llena el lugar del pensamiento, pasa sigilosamente la extrañeza y el recuerdo de sus 17 años donde comienza la historia de su desengaño, donde engendra poco a poco una idea de ser madre, sin pensarlo, sin desearlo, sin siquiera comprenderlo, y cuando la sorpresa toca su vientre reconoce que no hay tan solo un paso atrás que dar para regresar al seno de su madre tan deseada en ese instante de temor y angustia que comienza a cubrir su andar por las tinieblas de la soledad, la incomprensión y el silencio del amor.
Recuerda que su muñeca real no podía estar a sus cuidados, y emprende con valentía a lo efímero de la independencia, el trabajo de andar por su cuenta donde luego se encuentra caminando el bar de la tarde donde la compañía se hace necesaria y el silencio de las voces que gritan se vuelve insoportable en este mar de soledades, allí el alcohol ensordece los recuerdos, las vestiduras esconden el sinsabor de las arrugas de esos cuerpos cicatrizados por las heridas azotadas por la indiferencia.
Crecí entonces con mucho temor, pero me levante con lo más extraño que engendra el miedo, el silencio. Luego entonces cuando mire alrededor, , hui de mis fantasmas y emprendí el camino sin retorno, y la oferta de dinero llego sin dar tregua a mi vergüenza, fácil parecía el trabajo y mujer me sentía con mi propio ingreso, pero poco a poco me encontré de cara a cara con el miedo de seguir viviendo.
Me encontraba sola por mi cuenta, con el dolor que implica abrir los ojos a la soledad y ha no entender que es eso que llaman afecto, note que mi madre lejos estaba de mis lamentos, aprendí que el dolor en la piel significaba un te quiero y las heridas de combate por la atención de aquella mujer que me había gestado más allá del deseo, nunca fueron suficientes para sentir su cercanía. Pero como no amarla? si es lo más cercano al amor que mis labios han pronunciado y mis ojos han buscado, como no amarla? si es mi madre, y aún corro a ella cuando perdida me encuentro, aunque así me hunda tristemente en el desencuentro. Es como volver al
Muchos hombres llegaron a mi encuentro buscando por mi parte brazos firmes que me sostuvieran los recuerdos grises de mi vida. Hasta que me encontré con la firmeza de su voz, tono alto que paralizaba mis entrañas y me enrojecía de vergüenza mis más penosos sentimientos, ponía en duda mi cuerpo erguido en ese espacio que se llamaba hogar, y la fuerza de sus dedos que con violencia apaciguo lentamente mi ternura y mi debilidad, me hacían comprender que el estar era más doloroso que la muerte.
Cada uno de mis pasos se ha ido desvaneciendo con el pasar del tiempo y el polvo que los cobija, recordándome que tan deseosa he estado de estar al otro lado de la vida, pero con un temor tan grande que no sé qué me aferra a seguir el camino, cuando recuerdo el día aquel tan inolvidable donde nunca me imaginé la ruptura de mis entrañas y mi corazón por culpa de un momento de descuido, cuantas veces me he preguntado cómo lo hubiese evitado, y me respondo que poco de mi le había entregado, la deje, la abandone, no la salve….. y cómo hacerlo cuando el sin sentido acobarda los pensamientos, y tirar de la cuerda se convierte en el sueño más anhelado y efímero del olvido… mi ropa de trabajo nuevamente era el protagonista de mis más deshonrosos sentimientos, acallaban el sonido de su voz,,, de sus gritos, de su ultimo respiro,,,, y dejaban suspendida la vida en un inmortal recuerdo.
Solo en sueños me encuentro cuestionando sus lamentos,,,escuchando una y otra vez las palabras que repite en nuestros encuentros “uno no puede jugar con la muerte porque se muere”, y me doy cuenta que estoy petrificada anclada al anhelo de que su regreso este amarrado al abrir de mis ojos, y allí en el frio de la cama, y el despertar abrupto me encuentro de nuevo con el vació de la incomprensión, del temor y el deseo de cortar el aliento del movimiento.
Mi mirada se pierde en el firmamento, camino a paso lento para regresar al lugar somero donde se supone no hay recuerdos, y pasan ante mi… las imágenes instantáneas ya tan borrosas en mi memoria…. Mi flaca… donde se encuentra, porque no me ha buscado?, y donde está el calor de sus afectuosas manos, que ahogaban mi cuerpo inmóvil ante tanta bondad.
“Hay criminales que proclaman tan campantes, la mate porque era mía, así no más como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia el derecho de propiedad privada que hace al hombre dueño de la mujer, pero ninguno…ninguno, ni el más macho de los súper machos, tiene la valentía de confesar la mate por miedo, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo.” Eduardo Galeano